jueves, 13 de enero de 2011

PERIODICO EL UNIVERSAL

Burbujas de gel: los nuevos pasajeros del Metro
Son incómodas, pocos usuarios las toleran, se pegan a la ropa y en un descuido hasta a la boca llegan
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Como fuegos artificiales, decenas de burbujas explotan contra las ventanas o las caras de la gente
Foto: Víctor Espinosa
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13 de enero 2011 08:06

Víctor Adrián Espinosa
13 de enero 2011
08:06


Durante cinco horas, seis viajes y tres transbordos por el Metro capitalino las pasajeras incómodas fueron unas burbujas de gel soltadas por vagoneros.

Son las cinco en punto. Es hora pico y en el andén de la estación Indios Verdes un mar de cabezas aborda el tren rumbo a Universidad.

En 60 segundos una caravana de burbujas entra al vagón. Los pasajeros se alistan. Cuando llega el vendedor aparece un mar de servilletas y manos cubriendo rostros. Explotan. Desaparecen.

Nadie sonríe. Sólo un niño persigue las burbujas cuando se abren las puertas en Deportivo 18 de marzo.

Los vagoneros que venden las burbujas son todos entre 15 y 30 años. Su “uniforme”: tenis, jeans, el semblante de relajo y ropas deportivas. Lucen entusiastas, vienen por algún dinero. Un par que se saluda asegura estar trabajando desde la mañana.

La venta del producto, llamado “Touch It. Bubbles. Catch It. Party!”, representó para más de 30 vagoneros cerca de 450 compradores, ganancias que rebasan los 2 mil 250 pesos y cientos de pasajeros molestos por cada tren abordado.

Suben entre empujones y recorren el vagón soplando burbujas. Las hay con fragancia y de colores.

“Tenían entre trabajar en esto o la vagancia”, dice un anciano con lentes oscuros a su acompañante mientras el tren abre sus puertas en Pino Suárez.

"Atacan" por sorpresa

Tercera vez que el tren se detiene antes de llegar a Centro Médico. No hay luz, pero sí mucha gente, calor y burbujas. El gel pica sobre la piel mojada por el sudor. Pocos están a salvo.

Abre sus ojos de repente y una mujer de melena rizada ve su reflejo lleno de burbujas. Las limpia con impotencia. “Éstos no trabajan, les gusta fregar”, maldice entre dientes. Y aquí llega, el último, después de 30. Rumbo a Indios Verdes, sube un chavo flaco, moreno y de cabellos rubios.

Como fuegos artificiales, decenas de burbujas explotan contra las ventanas o las caras de la gente. Algunos las esquivan y otros, como Sergio, se las tragan. “¡Deben respetar, sólo pido eso!”, exclama molesto mientras se saca el gel de la boca.

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