miércoles, 12 de enero de 2011

MILENIO DIARIO
Un Bardo del Metro
Carta de Esmógico City
José de la Colina


2011-01-12•Política


Si usted suele viajar por la línea tres, ya lo habrá visto y oído. Don Manuel Méndez Mendieta (o “el Tres Emes”, como se sobrenombra él mismo), hombre bajito y rechoncho, con un confesado aspecto de entre taquero de Tepito y librero de la calle de Donceles, dotado con un bigotillo de estilo galán del cine mexicano de los años cincuenta (digamos Ramón Gay), lleva por dentro del pecho la llama sublime de la poesía, simbolizada hacia fuera por una corbata roja, la única detonación de color en su humilde gris atuendo.

El modo de ganarse los sagrados alimentos de don Manuel Méndez Mendieta es oficiar de bardo viajero del sistema subterráneo de transporte público. Con una voz fuerte como de tribuno, con vibratos y gorgoreos de garganta transida de emoción, recorre los vagones recitando una variedad de poemas de diversos temas, estilos y categorías, digamos desde “Semejas esculpida en el más fino/ hielo de cumbre sonrojado al beso...”, de Díaz Mirón, al pícaro “El ánima de Sayula”, de autor anónimo. En su repertorio están “Pues bien, yo necesito decirte que te quiero”, “Mamá, soy Paquito, no haré travesuras”, “El brindis del Bohemio”, y, si don Manuel amaneció con ánimo más épico que lírico, declama todo “Guadalupe la Chinaca va a buscar a Pantaleón” (dando a los versos un ritmo de cuaco retozón) pero su mayor éxito es una suite de variaciones sobre las célebres coplas de Sor Juana: “Hombres necios que acusáis…”. Citaré sólo los octosílabos iniciales del poema compuesto por el mismo don Manuel “el Tres Emes” en réplica a la monjita poeta:

“Hembras necias, calumniáis/ a los hombres sin razón,/ sin ver que sois tentación/ del deseo que incitáis; /si con magias cual de Thais/ nuestro amor solicitáis,/ ¿por qué con rencor nos miráis/ por aquello que nos dais?”

Por ahí sigue el contrapoema que, emitido con la voz tribunicia del bardo del metro, mucho le rinde al susodicho en tintineantes monedas. Y, humilde y sonriente, él declara:

—Algunas damas me miran feo y quién sabe qué murmuran cuando recito mi respuesta a la Décima Musa, y hasta me han increpado dos o tres que han de ser feroces feministas. Pero, ¿a poco no?, los bardos damos voz al espíritu, y el espíritu sopla allí donde quiere… Y como quiere, posqué.

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